sábado, 29 de mayo de 2010

Hello Goodbye


You say yes, I say no.
You say stop and I say go go go, oh no.
You say goodbye and I say hello


Quince días. Un poquito más. Tres horas. Más o menos. Avión. dos horas y cuarto. Si no hay retrasos. Madrid. Llueve en Londres.


[...]Volver, pasados los años, 

hacia la felicidad 

para verse y recordar 

que yo también he cambiado.
Jaime Gil de Biedma

Mind Your Head: hacía mucho viento en el metro, en la Picadilly Line, y teníamos miedo de que una piedrecita nos atravesase limpiamente la cabeza entrando por la ventana abierta. Pero te quedas ahí igualmente. Emergency exit. Como cuando caminas sobre rejillas que dan al vacío. Andas por encima adrede.

domingo, 23 de mayo de 2010

Guns of Brixton


You can crush us
You can bruise us

But you'll have to answer to

Oh, Guns of Brixton



Ha llegado el calor. En las islas hace calor y hace sol. Incluso se toman helados italianos de fresa. De avellana. Y las piernas ya van desnuditas (huele a Nivea).

Cuando íbamos a mudarnos a Londres, me dieron tres premisas "fundamentales": no vivas en Seven Sisters. Ni se te ocurra buscar piso en Elephant & Castle. ¿Brixton? ¿tú estás loca?. El viernes salimos por la noche por Brixton.

En mi cabeza sólo había imágenes de barricadas con Joe Strummer (que en paz descanse) liderando un séquito de irreverentes. Nada más lejos de la realidad. Hemos llegado a una conclusión: han creado un mito cruel para que nadie se mude ni vaya a verles. Para que les dejen tranquilos. Es un barrio con lucecitas de colores colgando de las ramas de los árboles y cines con cartelería de los años 50. Chicas pin-up de labios rojo pasión y gente bailando al ritmo de su música interior en las aceras.

Al llegar al local del concierto de Ska al que íbamos, eso sí, nos cachearon hasta el esternón (que no, que no, que no es que haya un problema con las armas en el barrio.. era para... mostrarnos afecto británico. Es Brixton, ¡por favor! ¿qué armas va a haber?).

La mezcla de estilos del lugar era increíble. Terraza con barbacoa y Bob Marley trinchando la carne. Una Blancanieves de 8 años sale por la puerta correteando descalza, seguida de una Campanilla verdosa y brillante.

Los británicos se mezclan entre razas. Entre estilos. Entre tribus urbanas. No es que sean más tolerantes que en otros lugares. Hay una peculiaridad. Aquí, en las islas, te haces amigos en tu más tierna infancia. Llegas a la guardería. Te prestan una cera roja. Lo siento, vas a estar con Violet para el resto de tu vida. Haber elegido mejor, porque sabes que en el futuro (y lo tendrías que saber ya) tú serás un rocker con tupé engominado y ella una amante de los colores flúor y las raves. Es imposible entrar en estos grupos. Es bonito que mantengan los lazos pero no intentan encontrar nada más allá. Relaciones sentimentales sí. Amigos no. De hecho, podemos presumir de no tener ni un amigo inglés (italianosargentinosamericanosfrancesessurafricanospolacosaustralianos sí).

En menos de una semana vuelvo a Madrid "Mon Amour".

Qué lentitud, de pronto.
Qué dulzura.

Tú no puedes saber.

("Hiroshima Mon Amour", guión de Marguerite Duras)

domingo, 16 de mayo de 2010

De viaje


Podemos irnos juntos lejos de este mundo tú y yo,
En un viaje por galaxias infinitas hacia el sol,
No queda nada que prolongue mi parada en este mundo
Ni un solo minuto.

En dos días y medio he estado en tres países. El viernes crucé el Canal de la Mancha para ir a Lille. Cuando vas atravesando túneles en Inglaterra, se te taponan los oídos. Cuando entras en el túnel sumergido, no. El aire que sale de los aparatos de aire acondicionado huele a palomitas. Creo que lo hacen para que se te olvide que tienes toneladas de agua sobre tu cabeza y empieces a evocar películas olvidadas y noches de amor en cines de barrio.

La luz de Francia es distinta. Me he comido cuatro croissantes en dos días y medio. He bebido zumo de fresa (el mejor del mundo, dice A.), cerveza y orangina, con su pulpa que pica. He fingido que no hablaba francés una noche al lado de la salida de metro, porque me molestaban.

En Brujas había muchos boy scouts y girl scouts. Me compré chocolate negro, negro con forma de caballitos de mar y conchas. Bebí cerveza belga. Vi canales de agua oscura y familias de patos desfilando sobre ella. Vi adoquines, coches de caballos. Vi la torre del mercado. Vi que es más alta que las torres de las iglesias. Vi a Tintín y al gato más grande del mundo. Vi el sol de Brujas. La ciudad no se reflejaba en el suelo (y me han dicho que cuando llueve sí ocurre). El cielo sí se reflejaba en los canales. Vi belgas hablando en inglés.

En Lille hay una Puerta de París. Hay un Sacre Coeur. Hay muchos perros y tiendas españolas. En Lille puedes escuchar ópera en la calle y comprar libros usados con aroma a "tristesse" en el mercadillo de La Bourse. Y sellos rusos y holandeses.

En Francia se duerme mejor que en Inglaterra. Es una "petite mort". Volví a Londres. Vine escuchando a los Shins. Jugué con un niño australiano a sacarnos la lengua. Un placa decía que mi tren se llamaba "Waterloo Sunset".

But I don't feel afraid
as long as I gaze at Waterloo Sunset
I am in paradise
(The Kinks)

jueves, 13 de mayo de 2010

Au revoir, Londres


C'mon, c'mon, c'mon, c'mon now
Touch me, babe
Can't you see that I am not afraid?


El transporte en Londres es peculiar. Sí, esa es la palabra. Peculiar. Te acostumbras a los fantasmas que conducen los coches al lado izquierdo. Te acostumbras a que los vehículos vengan por el lado contrario. Hay momentos extraños.

El metro tiene una peculiaridad. Tiene instintos. Instintos asesinos. Cuando se cierran las puertas (Mind the gap!), se cierran. Da igual que haya una persona, un maletín o un cochecito de bebé. Aprietan y aprietan. Los pasajeros del interior del vagón intentan arrastrar a la señora atascada. Se pone colorada. Da las gracias. Se acomoda en un lateral. Ocurre unas 12 veces al día... en cada vagón.

En el metro la gente duerme. Yo duermo siempre. Hace dos días también. Llegamos a nuestra parada, a Kings Cross y no me di cuenta. Loreto se bajó. Yo dormía. Una mano fría empezó a acariciarme la rodilla que me asomaba por el roto de mis vaqueros pitillo. Loreto, pensé. Incorrecto. Una joven rubia me acariciaba la rodilla desnuda. Me sonreía. La miré. Me miró. Miré el nombre de la parada. Merde. Salgo corriendo y ella se queda dentro. Una rubia inglesa me tocaba mientras dormía. El metro de Londres.

A la vuelta de nuestro destino cogimos el autobús (que no, no es que le haya cogido miedo al metro por las dudosas experiencias "cariñosas" que en él se dan) y así tener una vista panorámica. Subes al segundo piso. El autobús va engullendo a ciclistas, peatones, motos y coches. Te los comes. Les matas. Vuelven a aparecer mágicamente antes tus ojos. Una rama enorme se estrella contra la ventana de atrás y por un momento el cielo se venía encima de nosotros.

Mañana dejo los transportes que van al revés y vuelvo al viejo continente por tres días. Me quedaré dormida debajo del mar, como las sirenas. Pero las sirenas no tienen rodillas desnudas.

The wind carries
Into white water,
Far from the islands.
Don't you know you're
Never going to get to France.
(Mike Oldfield)

NOTA DEL DÍA: mi jefa nos ha pedido que si, por favor, nos importaría buscar en librerías de segunda mano abominables (eso es mío) novelas rosas de Barbara Cartland (conocidísima! de verdad que no sabéis quién es? oh my god!) para traerlas al museo, escanear las portadas, retocarlas y hacernos con los derechos para vender las imágenes. Ajá. No pienso dejar que me vean comprando algo así.

domingo, 9 de mayo de 2010

Al final de la escapada


Let's dance little stranger
Show me secret sins
Love can be like bondage
Seduce me once again


Hemos venido a Londres para ver películas de la Nouvelle Vague. Hemos venido a Londres para ver películas de la Nouvelle Vague al lado del London Bridge. En un pub con sala de proyecciones. Con sofás vintage mulliditos y cómodos. Esos sofás que te imaginas cuando te quieres imaginar un sofá. Con botones que hacen que se hunda el asiento por cuatro partes. Cada uno de un color. El mío, burdeos.

Te acurrucas en él. Te tapas con el abrigo. Cuelgas las piertas en el reposa brazos. Coges tu té entre las manos (huele a canela y a época colonial) y te entregas al placer. Programa de la tarde: Bonjour Tristesse y Á bout de souffle.

Eres una española que vive en Inglaterra que ve películas en francés y lee inevitablemente subtítulos en inglés.

Un director de cine ha venido a introducir las películas. A los ingleses les falta vocabulario generalmente. Todo se resume a cuatro palabras básicas que aplican a millones de conceptos. Ha repetido diez veces que no se pueden explicar estas películas. Que son bizarras. Que es otro lenguaje. Ajá. Quince minutos de no contar absolutamente nada. De tocarse los botones del abrigo marinero incesantemente.

Da igual. Tan bonitas. Jean Seberg tiene una belleza hipnótica. Ojos de gata cándida. París en blanco y negro. El dulce sonido del francés. Erótico. Casi se podía oler. La chica del New York Times andando por la línea blanca que divide la carretera. Horas que son minutos que son noches y días enteros en la cama, debajo de las sábanas. Vinilos. Cigarrillos mal hechos. Camisetas a rayas. Aish!

El viernes estaré un poco más cerca. Cerca. Francia. Llevaré en la mochila mi savoir faire, mi rouge à lèvres. Uuummm, me gustaría llevarme más cosas dentro, de viaje. Au revoir, Londres!

Adieu tristesse
Bonjour tristesse
Tu es inscrite dans les lignes du plafond
Tu es inscrite dans les yeux que j'aime
Tu n'es pas tout à fait la misère
Car les lèvres les plus pauvres te dénoncent
Par un sourire
Bonjour tristesse
Amour des corps aimables
Puissance de l'amour
Dont l'amabilité surgit
Comme un monstre sans corps
Tête désappointée
Tristesse beau visage.
(P. ELUARD)

jueves, 6 de mayo de 2010

Master and Servant


Domination's the name of the game
In bed or in life
They're both just the same
Except in one you're fulfilled
At the end of the day


Se respiran elecciones en Londres. Estamos a escasas horas de conocer los resultados de las votaciones (aunque todo apunta a un trágico final). En el Big Ben, como viene siendo tradición, se irán proyectando los datos del escrutinio hasta que se haya completado el recuento. Con luces. Con colores. Con borrachos andando alrededor de la Abadía de Westminster.

Con lo primero que nos hemos encontrado esta mañana, al llegar al metro de Hammersmith, ha sido la portada de The Sun. Cameron, a modo de Obama blanco, es la gran apuesta del "serio" periódico. Ben & Jerrys, en cambio, ha hecho helados laboristas. Está claro. Entre comerse un cucurucho y meterte sensacionalismo en vena... de fresa, por favor. Con virutitas de colores.

Es extraño vivir unas elecciones en un lugar anglosajón. Es una fiesta. La gente coloca carteles con su preferido en las ventanas. Llevan pegatinas en las solapas de las chaquetas de tweed. Me resulta incluso obsceno. Mande un mensaje al 5555 para votar por...

Monsieur le Président,
je vous fais une lettre,
que vous lirez peut-être,
si vous avez le temps
(Boris Vian)

Nuestra jefa ha desaparecido de la oficina durante 20 minutos. Pensé "ha ido a votar". Error. Clara, como a ti se te dan bien estas cosas, en fin, ya sabes, creativas y tal. Ajá. Pues eso. Toma, lazo rojo. Tijeras. Aguja. Hilo. No te importa hacerme una medalla como las de los concursos. Sí, sí, así, fruncida. Como en las que pone 1#. En rojo. Laborista, sí. Es para mi perrita. Se lo pondré en el collar para que parezca que ella también ha votado y que es de los míos. En 10 minutitos me lo terminas ¿no?. Trabajo de campo en un museo de arte y diseño. De diseño de medallas electorales para Sharpeis.

Nos hemos colado en un "Polling Station" o colegio electoral. Nos ha captado una conservadora (con una medalla igual que la que le he hecho a la perrita, pero en azul) (que no digo que ella sea una perra...). Le hemos dicho que estudiábamos ciencias políticas en España. Nos ha enseñado el sitio. Tan... tan... como en España. Esperaba confetis y guirnaldas, por lo menos. O exquisitos lords británicos concentrados en divagaciones políticas bebiendo té.

¿La anécdota del día? pasando por delante de Downing Street. Al otro lado de la valla. Dentro del recinto. Prensa esperando. Un grupo de españoles se detiene fuera. Miran hacia el interior de la callejuela presidencial. El comentario: "hay cámaras aquí. Deben estar grabando una peli en esta calle y por eso hay polis, para que no les molesten. Lo han vallado y todo". En fin. Que Brown nos pille confesados.

martes, 4 de mayo de 2010

Al norte del norte


"Vivo al norte del norte
Hace frío en mi país
Lejos de todo, lejos de ti"


Cuando era pequeña dormía fatal. Tenía miedo. Pensaba demasiado y leía cosas que no me correspondían. No tomaba Coca-cola pasadas las 7 de la tarde, por si acaso. No me gustaba nada la oscuridad. Dormía pocas horas. Releía mis comics de Le Petit Spirou. Llegó un día en el que encontré el placer. Oh! dormir... abrir esa puertecita hacia el subconsciente. Sábanas y almohadas que huelen a jabón. Uuuummm... cama... oscuridad.

En Madrid dormía mucho. Demasiado. Según me levantaba por las mañanas pensaba en la siesta de dos horas (y media... pero me daba vergüenza decirlo) que me echaría al volver de la universidad. Siesta, siesta. De las de verdad. Con edredón. Con la camiseta de dormir. Con las contra ventanas ligeramente cerradas al igual que las persianas. Te levantas en otra dimensión. Maravillosa dimensión. Muchas veces volvía corriendo de clase y comía en 15 minutos sólo para poder dormir una hora antes de ir a trabajar.

En Londres cambian los hábitos de sueño. Están al norte del norte. No hay persianas. Y sí hay sol y luz. Mala combinación. Un rayo de luz me atraviesa el cerebro a las 6 de la mañana. Meto la cabeza debajo de las almohadas. Me pongo mi antifaz (de gato). Lloro por dentro queriendo asesinar a alguien. Mi sueño y yo éramos casi amantes y ya no somos nada de nada. Me duermo por las esquinas, literalmente. En el metro. En el autobús. En la cocina del museo. En los parques. En los jardines. En casas ajenas. En bancos. En pubs.

But ain't no walls in the jailhouse safe enough
To hold you down tonight
I'll be right out here on the other side
Waiting for you by the red twilight
(The Raveonettes)

Llega la noche. Estoy agotada. Mi cuerpo flota. Se me dilatan las pupilas. Me quedo a oscuras. En camisón. Con mis enormes cascos puestos. Escucho canciones. De un tiempo a esta parte escucho siempre las mismas antes de conseguir entrar en fase REM. Me pongo un poco idiota. Me coloco el antifaz a la fuerza. Me cojo la luna debajo del brazo... hasta mañana, Londres. Hasta mañana, Madrid.

domingo, 2 de mayo de 2010

Wake up, it's a beautiful morning


Wake up, it's a beautiful morning
Honey, while the stars are still shining
Wake up, would you like to go with me
Honey, take a run down to the beach


Londres ha vuelto a ser Londres. La lluvia vive de nuevo con nosotras. Ahora no cae como expulsada con un vaporizador. Ahora es como en los dibujos infantiles. Una nube con perfectas gotitas cayendo contra el asfalto. Contra los autobuses. 

Cuando me he despertado, pensaba que estaba nevando. Eran las flores rosas y blancas de los cerezos desprendiéndose de sus confortables ramas para dibujar líneas al otro lado de mi ventana. Hay viento. Bastante viento. Hay un agradable “plic, plic, plic” en el cristal.

En todos los lugares te encuentro
en todos los lugares me siento un habitante más
en la ciudad del viento
(Quique González)

Ayer hablé con Loreto sobre felicidades varias. Yo hablaba sobre domingos en la cama. Ella sobre pisar charcos. Uno de los días más bonitos de mi (nuestra) temprana adolescencia (o por lo menos, de los que más recuerdo) fue un viernes. Salida del colegio. Había llovido durante todo el día. Las calles estaban llenas de charcos enormes. Océanos. No recuerdo si llevábamos botas de agua. No lo creo. Probablemente fueran las raquíticas Converses que no nos quitábamos nunca. Saltamos sin parar. Nos empapamos. Ahora estamos en Londres, juntas y, probablamente, salgamos también a empaparnos. Hay cosas que nunca cambian. Menos mal.

Realmente esto es un post “no-quiero-hacer-trabajos-para-la-universidad-y-me-busco-cualquier-excusa-ya-sea-escribir-o-mirar-a-la-pared-para-no-hacerlos”. No me puedo tomar en serio trabajos en los que me piden resumir, de cualquier libro, conceptos teóricos básicos del periodismo... en quinto de carrera… si a estas alturas no sé lo que es un editorial, mal vamos. Puede que sea mi profesor el que no lo sabe y por eso me lo pide. Entonces, vale. Mira que lo intento… pero es imposible. Empiezo con un tranquilo Quique González para concentrarme en editoriales británicos (para otra asignatura) de diarios “de renombre”, pero son una bazofia. Se me va la cabeza a otras cosas inevitablemente. Me cabreo con el periodismo. Me pongo a escuchar The Drums. Me altero. Me pongo “nerviosa” y ya no puedo seguir. Y solo quiero salir a la calle a que me caigan florecitas de cerezo por la cara y el pelo. Y gritaaaaaaaaaaaaaaaar de pura desidia dominguera. Silbemos.